jueves, 25 de julio de 2013

Fácil

Rebosa la risa
por los bordes de la boca
y el mundo se detiene.
 
Se vuelve fácil la vida:
Risa que endulza la copa.
 
Reir de quien la sostiene. 





martes, 18 de junio de 2013

Humanos no practicantes





Huyendo, pero hacia adelante.
Como si el límite lo marcara
el infinito de los bolsillos hambrientos.

Dejando atrás suelo quemado,
trémulas manos vacías,
tierras de sol sin sombra en las laderas.

¿QUIENES SON?

Se dicen humanos no practicantes.
Animales enraizados, salvajes mal adiestrados.
Son el producto de la falta de escasez.
Son el deshecho del exceso de casi nada.


lunes, 3 de junio de 2013

Búscame

Comparte conmigo el momento eterno de un suspiro (de esos que vacían los pulmones de aire y los llenan de vida).

Hazme un hueco en la biografía de tus rimas, cuéntame una historia con las manos. Déjame que te escriba a fuego lento, sin escatimar delirios, sin presumir condenas ni escenarios. Luego hazlo conmigo.


Hazme sitio en tu rama, deja trinar un huracán de ladridos en tu pecho, permítete disfrutar el libre albedrío intermitente de mi guerra y de tu calma (contigo mismo, con lo nuestro). 

Búscame para ser la casualidad de los reencuentros, las desrazón de los sentidos, la causalidad de los recuerdos. Búscame para para eludir el roce con lo moral, con lo perecedero, con lo imperfecto.
  
Más no me llames.
 
Para pactar un contrato de hoy con fecha de mañana. Para enredarte a la corbata mis raíces con nupcias de palabras.
 
No me llames cuando busques un amor de precaución y barbecho (ni voy a sembrar mis retales en tu lecho ni a tornar chimenea la llama de mi fragua).

No quieras que firme garantías, que enluzca tus miedos, que aúne a tu techo mi crápula. Ni voy a llorar con la almohada, ni a hacer vocación de los celos, ni a inventar excusas para no sentir nada.
 
No me quieras regalar golondrinas enjauladas, yo no sirvo para engordar salvaguardias de papel alrededor de tu cama. Si eso es lo que quieres, no me busques, mejor búscate una dama.




lunes, 27 de mayo de 2013

Descaro.

Parte del redil te asista en el intento
de emigrar sin atril del tiempo de los necios,
de anidar sin batir las alas contra el cierzo.
 
Sea virgen febril quien ampare tus empeños
y así oren por tí las musas del infierno
que arribe un porvenir acorde a tu talento.

Si es tu versar eco de mil reflejos,
y en tu cantar un alerón de arpegios.
Si eres poesía entre el asfalto y El Metro.

Que te sobra valor, y una docena de versos
te podrían silvar un "quizás", un " te espero".
Si te falta una Alhambra, yo te presto mis sueños. 
 






domingo, 19 de mayo de 2013

Con nocturnidad y alevosía.

A caballo
entre el sueño de pasiones clandestinas
y el esperpento.

A galope
por los barrios que exiliaron las rutinas,
por desaciertos.

Porque valen más los años
cuando pasan deprisa.

Porque sólo así vale la pena:
con la sonrisa. 







miércoles, 15 de mayo de 2013

Para lograr la supervivencia propia. Para facilitar la supervivencia ajena

Aferrarte a los vestigios de ocurrencias 
(pasadas, presentes y futuras)
carentes de doctrina corrosiva. 
 
Exiliar los axiomas oxidados
de este circo bizarro de epicentro descentrado
(epitafios para el don de la alegría.)
 
Vivir con la certeza
de volar con las alas puestas
(grandes, incandescentes, abiertas).
 
Luchar por no cerrarlas
mientras bailas con la vida
a ritmo de compás de tacones de oficina.




viernes, 10 de mayo de 2013

De payasos y otras drogas



La mirada TRANSCENDENTAL. 

Lo conocía de esos lugares donde los rutinistas de obligación buscan la combustión espontánea de su sinsentido de yugo: LOS BARES. 

No era el típico adonis de gimnasio, pero su mirada azabache te invitaba a perderte de su mano en el abismo. De porte atlético y robusto, entre Bélgica y Australia se enraizaba su belleza atípica, que culminaba con una sonrisa de niño mayor que te pide jugar a ser libre.

Tras el primer encuentro, las hembras de la manada quedamos tan impresionadas como húmedas con su presencia.

“Según avanzaba la conversación avanzaban mis ganas de follarle”, comentaba una de mis compis de sueños, y pese al pedestal en que la conversación de vuelta a casa colocó su imagen, resultó ser tan humano como cualquiera de nosotras.

Pasó una semana de este primer encuentro y fuimos a las fiestas de un pueblo cercano. Fiestas de arte callejero, de música, teatro, pintura, circo y, sobretodo, buen ambiente y mucho alcohol. Si bien es cierto que las imágenes de mi memoria están tan difuminadas como las emociones de la noche,  su sonrisa, su belleza atípica y su mirada profunda aparecieron incandescentes entre el gentío de nadies y media botella de Brugal. Y aparecieron provocando, directamente. 

¿No es curiosa la burla del secreto universal que hace que, de igual manera que cuando las cosas van mal tienden a ir a peor, cuando comienzan a ir bien esta mejoría crece de manera exponencial?

Comenzamos a fluir unas frases banales (para mimetizar con el buen ambiente del no-lugar), hasta que  la razón de nuestra ganas tomó el poder de la situación, propiciando el acercamiento, acelerando constantes, aprendiendo de memoria el olor de nuestra piel, notando en mis labios su barba perfectamente afeitada mientras la música del concierto dejaba de existir y el baile del gentío de nadies se grababa a cámara lenta. 

Sus ojos me estaban desnudando sin corte, y eso no podía alimentar más mi deseo. ¿Por qué coño no se va la multitud, no ven que sobran? Entonces sus labios carnosos envolvieron los míos de manera dulce y firme, de la manera en que besan los líderes, aquellos que saben cómo hay que besar.
Mis compis, náufragos de la marea de gente, me buscaban. Me encontraron:

-Compi, nos vamos a volver a casa. ¿Tú qué haces?

Uf… buena pregunta. ¿y yo qué hago? Quería disfrutarlo.

-Io tener furgoneta para dormir.

Me sobraba.

-Me quedo.

Me despedí de mis compis y volví a por mi inesperado regalo de la noche.

Él también me estaba esperando.

-¿Quieres dar vuelta? Quiero estar a solas contigo.

Que si quiero, dice…como sigamos así voy a tener que escurrir el tanga como si fuera una vileda cristales

Giramos la calle a la derecha y otra vez a la derecha, y la cama más grande del mundo nos llamó a su pecho: hierba.

Y otra vez volvimos al beso, esta vez con más rabia, la rabia de no querer disfrutar de este deseo todos los días. Me besaba  y murmuraba, no sé si en alemán, es castellano o en animal, y yo le devolvía el beso, exhalando algún gruñido sordo que crecía con la intensidad  de nuestro baile.



Se quito el poncho, me quité la camiseta (aunque quizás nos desnudáramos el uno al otro), me bajó los pantalones y comenzó a lamerme. Tumbada boca arriba podía ver, además de las estrellas pese a estar nublado, cómo nos guiñaba el ojo un aforo de balcones. Éramos parte de la nada en mitad del todo, o viceversa. 

Y allí, siendo protagonistas del arte (callejero o no) más antiguo del mundo, nos disfrutamos enteros. Nos entregamos al aliento del otro, con un íntimo trueque de sudor y besos, con el vaivén de las caderas hambrientas que bailan por la cuerda floja de no perder del todo el sinsentido.  Y así,  en una simbiosis perfecta, hasta llegar al cielo en un gemido. 





La OTRA mirada.

 Había bebido media botella de ron e iba más pedo que Amy Winehouse en las fiestas de su pueblo.
¿No es curiosa esa regla universal que hace que, cuando vas ciego, si meas la primera vez has de hacerlo luego cada cinco minutos?

Pues ahí estaba yo, en un concierto de grupos locales, perdida de mis colegas y buscando la interminable cola del baño. Cruzando las piernas para no tener que escurrir luego el tanga.

Encontré el baño, por llamarlo de alguna manera, e hice mis necesidades con esa típica escena de mujer que con una mano sujeta el bolso, con la otra la puerta, y mientras tanto hace un intenso ejercicio de cuádriceps luchando por mantener el equilibrio cual experto yogui. Uf… que gusto.

Al salir del baño, regocijándome en el intenso placer que había provocado la evacuación de mi embriagada vejiga, me encontré con un Erasmus que conocimos el fin de semana pasado. El chico estaba de muy buen ver, y a mis feromonas el alcohol les sienta de maravilla, así que, sin grandes preámbulos, nos comimos la boca.

En estas aparecieron mis colegas

-¡¡¡¡Tiaaaa!!!!!!  ¿¿Pero dónde coño te meteeeeeees?? ¡¡¡que nos vamos ya!!!! ¿¿¿Te vienes “o que ase”???

Miro a mis colegas con cara de cordero degollado a lo “cinco minutitos más, por fi”.

-Io tener furgoneta para dormir, aunque haber gente metida ahí, pero si quieres poder quedar.

Madre mía, ¿quedarme en la furgoneta de un absoluto desconocido extranjero que podría violarme y vender mis órganos a la mafia de sus tierras o irme con mis amigos y aprovechar mañana el día para estudiar?
Que me viole.

-Tíos, me quedo.

Mi compi chica, mi mejor amiga sobre la faz de la tierra, [me desea suerte y dice que va a llamarme mañana para ver si estoy bien}  me mira ira con cara de “aaay, que putica eres, pos no  está bueno ni na’ el holandés”. Les acompaño al coche (a coger lo que quedaba del Brugal) y se van. 

He triunfao’ como Los Chichos. Tiri-tiri-tiri.

Volví a por mi regalo de la noche.

-¿Tú quieres dar vuelta?
(No, mejor saco el parchís y nos la picamos)

Así que con un aquí te pillo, te mato a la vuelta de la esquina, el holandés y yo rematamos la faena como animales en el césped de una urbanización. Mañana rezaré por no salir en el TOP 10 de Youtube.











domingo, 5 de mayo de 2013

Historias reales. De mi teclado para una hermana.



Siénteme, que estoy aquí.



Ella pone el CD en la oficina y las horas se hacen más que soportables (algo difícil en aquel trabajo). 


Él, sumido en su mundo de cantares y poetas, escribe los ritmos de sus propios latidos, compás  fruto del  esfuerzo de los sueños cumplidos. 

¿Ellos?
 
Ella, trovadora en la ducha y en los círculos de amigos, no puede dejar de fantasear, cuando lo escucha, con que un día sus voces se unirán (y puestos a imaginar, también sus ombligos).


Él camina para depurar sus penas, o para cansarse al menos. Le asolan recuerdos de un pasado eterno que resultó no ser, temiendo que la felicidad de hoy impredecible se evapore. Igual que la de ayer.


Ellos, sin conocerse todavía.


Ella, alardeando de valentía con su propio ser, busca su piel y nombre en Internet. Y lo encuentra. 


Él, ajeno a toda razón de causalidad, saluda cordial y sigue con su mantra incandescente del todo irá bien. 


Ellos. 


Con un banal “¿qué tal, alentador desconocido que has llenado mi mundo de magia sin proponerlo?”,  se vuelven presas del juego de la libertad condicional, y se provocan ganas sin consumirlas, como penitencia al deseo incumplido (por parte de él) de amar sin amo.


Y  llenan los días de conversaciones , imaginándose detrás del teclado. Y se ven, y reprimen un efímero intercambio de sudor en el baño para no volverse locos de momento. Y se despiden para seguir mareando. Esta vez con premeditación y alevosía. 


Culpables de nada.


Ella , sarcásticamente, le da las gracias a las polillas que anidan en su estómago por haberla bloqueado, martirizándose con la imposibilidad de otro encuentro. No fue lo suficiente buena. 


Pero lo imposible sólo tarda un poco más.


Él, con el cuerpo golfo que no había conseguido saciar el concierto de la noche, buscaba todavía el aliciente del sábado


Ella le dijo que tenía mono. Él le preguntó si quería tabaco. Ella, sabiendo que no había entendido la causa real de su “mono”, aseguró que si le Él traía tabaco se le quitaría. 


 


Y así, en la casa de Ella, con la compañía de Él, hicieron el amor con las gargantas, siempre bien acompañados de una sonora, precocinando a fuego lento el acercamiento con un cruce de miradas infinitas. Ganas infinitas. 



Y así, sin quererlo, y sin poder evitarlo, pasaron de hacer el amor con las gargantas a hacerlo con los labios. Hasta que el peso de la libertad condicional se posó entre sus miradas, sus labios y sus ombligos. Él se marchó.


Ella, que nunca había aprendido a soportar la incertidumbre, se consumía en la impotencia del no saber y del no poder.


Él, por no rendirle cuentas a la moral, decidió pasar página y no darle vueltas al asunto.


Ellos  morían tras aquel alentador delirio nocturno de risas y medias verdades.


Ella no aceptó un no, necesitaba creer que tanto esfuerzo en vano tenía su razón de ser más allá de la nada, pero a pesar de la teoría bien aprendida del libre-amor que ella sentía, no supo demostrárselo. Con demasiados relojes, sin dejar pasar el tiempo (algo necesario), comenzó a caminar por la cuerda floja que separa el amor de la locura, perdiendo el control de su cuerpo y de su mente, mostrando su parte más negativa, no consiguiendo otra cosa que alejarlo, hasta que no tuvo más opción que dejarlo marchar.


Pasaron dos meses, y Ella se dio cuenta de que era feliz si Él era feliz, aunque fuera en la distancia. 


Si algún día se reencuentran, ella le dará las gracias por haberle hecho aprender, y no cometerá el mismo error frente a otro nuevo descubrimiento que la vida le regale.



Historias reales. De mi teclado para una amiga. Para una hermana.



martes, 30 de abril de 2013

Vicios del Círculo Perfecto










Telecinco te la hinca por el culo.

 
Carroñeras verdades inventadas se alimentan de tu ser, que deja de serlo, y se fustiga.

Tú, en lucha austera por discernirte del caro hastío aceptado, apagas la virtual conexión des-virtuosa, enciendes la maquinita de pensar y abres una botella de agravio. 

Comienzas a alcanzar el umbral de otras verdades a medias, esta vez alentadoras. Y fruto del abismo de tu mente, tu única realidad,  te galopa un ejército de orgasmos por las venas. 
 
Entonces, ansías que el universo entero conozca la novedad, el placer de saborear algo más que un sinsentido preso de la planitud, escaso de intensidad y carente de plenitud.

Escribes, y compartes este momento de lucidez entre el círculo de enganchados al Ridículo Vicio (el de sentir estar vivo), por si le interesa a algún marciano.

Y  así, momentáneamente, sonríes al vacío mundano.

Y así, sobrevivir, pensándote mitad poeta, mitad humano.

  




lunes, 15 de abril de 2013

Teatro del correcto holograma





Acto I: Luz apagada. El reloj acelera su compás y Miedo aparece en escena.

Miedo a  levantarte un martes pensando que la única diferencia con el lunes la  marca la hoja del calendario.

Miedo a haber elegido de la vida la rutina del estímulo mediocre. 

Miedo a soñar con cualquiera con tal que sea quien no comparta tu cama. 

Miedo a no soñar. 

Miedo a que la única diferencia entre deber y devoción sea cambiar la pana por franela. 

Miedo a que la intensidad sea un lujo de juventud y la amistad una tarde a la semana para tomar café. A que las fiestas se rediman a navidades, bodas, bautizos y comuniones. 

Miedo a medir el vacío existencial con audímetros de reproches a terceros. 

Miedo a seguir la doctrina de lo común. A ser el correcto holograma uno mismo. Perfectamente conectado con el mundo pero tan artificial como el nuevo iPhone que le has regalado al York Shire. 


Acto II. Interruptor. Luz. Un momento de Lucidez aparece en la escena. Esperemos que no se vaya a comprar tabaco.


Las reglas están claras pero el premio no merece quedarte la vida entera delante del tablero. Hay alternativas. No juegues.



Acto III. Voz en off. ¿Moraleja?

Más vale un segundo de auto-aprobación que cien años de halagos ajenos. El equilibrio es frágil cuando se trata de contentar a todo el mundo.