jueves, 28 de febrero de 2013

El árbol que bailaba con el vendaval.





Su indomable fortaleza hacía que, sin dejarse eclipsar por el temporal fehaciente, siguiera creciendo y ensanchando, sorbiendo cada destello de un Sol incandescente que no alumbraba todos los días.

Las plagas vecinas no habían conquistado su leña a pesar de la cercanía (decían las malas lenguas que su savia no estaba hecha para ser consumida). 

Le debía a sus raíces la seguridad otorgada en sus primeros años de vida, razón por la que ahora era ella, quien desde lo alto de la montaña, veía quebrar o caer derruidos otros tallos por las tenues brisas que acariciaban su tronco. 

Sus ramas, eran por la noche un aval de la certeza del camino. Era un punto de referencia para luciérnagas perdidas.

Y aunque sus flores no eran las más vistosas, sus frutos eran alimento de los espíritus que cruzan hemisferios al compás del sístole de los telencéfalos inquietos. 


"Las herbáceas sufren tanto porque se preocupan más de crear bellas flores que de lignificar”.


Su Razón de Ser:  las ganas de [sobre]VIVIR. 

¿Desde cuándo un árbol necesita razón de ser?
 

Su Legado: las simientes esparcidas de una INDISPENSABLE especie en peligro de extinción.

sábado, 23 de febrero de 2013

“Ligero de equipaje, sobre un casacón de nuez, mi corazón de viaje”*




No es el antojo de no mudar los vestigios de despojos de una década en cajas de cartón del supermecado.

No, no es eso.


No es el fracaso de la huída (o del destierro), ni es que la presencia de mi “yo” más perdedor dé un golpe de estado en este ecosistema cuerpo-mente-alma y se apodere de unos meses de mi vida.
  
No, no es eso.
 

No es la compañía de la sonrisa del próximo saludo durante los minutos de paseo de la Existencia.

No es la concubina de enfrente que se ha comprado un platillo volante y queda en llevarte a ver Andrómeda. Y tú prometes arreglarle el regulador de flujo de recetas.

 (Aunque luego los días pasen, y ella nunca te lleve a Andrómeda, y tú no le arregles el regulador de flujo de recetas).

No es el espejo de abajo, donde las canas del dueño, según atraviesas el portal dimensional (con prisas, como siempre), te preguntan: “¿Un Bukowski seco para llevar?”.

No es melancolía por perder lo [no] tenido  no es agradecimiento por haber podido crear este ecosistema digno de rutina tanto tiempo, tampoco es haber aprendido, después de tantos años, a valorarlo como se merece.



Es comprender que el fracaso antes mencionado es la victoria de la libertad.


*Título extraído de la canción peces de ciudad de J. Sabina.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Ladrones de Sombras

 “Se refugian en las sombras que proyectan a su paso los vendedores de rayos. Alegan para su perpetuo estacionamiento la seguridad de las conocidas tinieblas entre la siniestra incertidumbre del bienestar iluminado, culpando a la suerte de las venturas del nómada y las desventuras propias.

Como el agua del río que no fluye se estancan,  quedando podridos y malolientes por no conseguir saltar el tronco que obstaculiza el paso, ni encontrar caminos alternativos.

¿El resultado?: AUTODESTRUCCIÓN CONSENTIDA. CONFORMISMO CRÓNICO”.



Atemporalidad

Ayer, sin hacer escala en el olvido
Del efímero jardín del la memoria
Repartimos con aires de discordia
Vasos de besos y vino.
                                     
Hoy, con perfumes de orgullo distraído,
He saciado de paseo la victoria,
Aun sabiendo que la espera se hace eterna
Si en mi cama no duermen  tus derrotas.