Abrí los ojos y allí estaba. Una bestia vestida de plumas
cuyo tamaño era algo mayor al mío me miraba fijamente desde el otro lado de la
habitación.
Me quedé totalmente inmóvil, no sé si porque mi
subconsciente pensó que su percepción podría basarse en el movimiento, como la
de los tiranosaurios, o porque el miedo me había paralizado. Pero mi estrategia de
poco sirvió y la Bestia comenzó a volar rápidamente hacia mí.
No era la primera vez que un bicho como éste aparecía salido
de entre las paredes y se postraba frente a mí, lanzándome miradas hambrientas.
Hace unos años, en mi primer encuentro con uno de estos seres, tomé consciencia
de su presencia en la habitación cuando ya me había enganchado por la espalda. Me
costó mucho tiempo y esfuerzo abatirlo, pero finalmente conseguí matarlo.
Después de esta primera toma de contacto, y hasta ahora, me visitaron otros dos
seres de similares características a los que conseguí dar el mismo final
trágico.
Pues bien, la Bestia estaba acercándose rápidamente hacia mí
y, como yo ya era una experta en esto de vencer monstruos, comenzamos una
frenética lucha de la que de nuevo salí victoriosa. Como la verdad es que nunca
me he considerado demasiado fuerte físicamente, me empezó a dar la impresión de
que quizás estas bestias no llegaban con intenciones bélicas. Pero, ¿qué podían
querer entonces de mí?
Mientras reflexionaba sobre la parte moral mis actos, pues
en cuestiones de supervivencia no puedes permitirte el lujo de pensar antes de
actuar, mi madre y dos amigotes suyos entraron en la habitación.
Mi madre tenía alrededor de 45 años, era corpulenta, medio
calva, tenía lo que se conoce como barriga cervecera y se llamaba Manolo. Ella
era la primera persona que vi nada más nacer, la que siempre había cuidado de
mí y a quien yo más quería en el mundo. Por eso de la genética supongo que me
parezco a ella, aunque yo nunca me haya mirado en un espejo, y en cuestión de
estatura mi madre sea como el punto y yo como la “i”.
Cuando los recién llegaros vieron el cadáver de la Bestia,
mi cara de ilusión por la visita de mi madre hizo un fuerte contraste con su
cara de pavor, y poseída por el espanto que le produjo semejante percal comenzó
a gritar:
-¡¡Ésta milana está loca!! ¡¡Le traigo machos para que críe
y va y los mata!! ¡¡ Y Con este ya van cuatro!!