Paco era trovador de quimeras, contador de historias y fabricante de luceros. Alentado por el impulso de no quedarse atrapado en el vacío
existencial de un sofá cuya única razón de ser es no perderse El Programa de Ana Rosa, salía en busca
de nuevas de mentes con las que disfrutar de un feedback de estimulantes experiencias vitales.
Se movía por los lugares y los tiempos que no tienen más
función que la de la espera, me contaba que era porque en los momentos de espera las personas no
tienen miedo a perder las agujas de su reloj. Así, distraía los quehaceres de aquellos que dejaban de lado los
compromisos socio-virtuales de sus teléfonos móviles para responder con una sonrisa
al brillo de su mirada y convertirse en soñadores, comenzando una sutil sesión de subliminal y esclarecedor
aprendizaje.
Yo conocí a Paco en la estación de autobuses, lugar al que
bajaba a diario para hacer lo que mejor se le daba. Mediante las anécdotas de
una vida feliz y plena y sus correspondientes dichas y desdichas de positiva moraleja,
estimulaba mi anhelo de aprender a tocar los sueños y bailar la existencia
propia al compás de éstos, algo tan interiorizado como olvidado en la rutina de
las prisas.
En una ocasión, poseída por una óptica analítica-transcendal
motivada por el exceso de chocolate de la noche anterior, se me antojó
preguntarle qué conclusión extraía de las idas y venidas de los nuevos amigos que hacía cada tarde y de los desconocidos que dejaban
de serlo sin mediar otro lenguaje que no fuera el universal.
“Somos infelices porque nos ocupamos más de las cosas urgentes que de las importantes"
Desde la niñez, somos seducidos para encontrar una profesión acorde
a nuestros gustos y aptitudes. Nosotros, motivados por dar una respuesta
adecuada al qué quieres ser de mayor,
removemos el cielo y la tierra de nuestra esponjosa maquinita de pensar,
encontrando, en el mejor de los casos, una respuesta momentáneamente adecuada y
evidentemente precoz.
Pasan los años, y con ellos la capacidad de reir cada día
desde el diafragma, y nuestra esponjosa maquinita de pensar se va convirtiendo
en un ordenador que trabaja a través de unas bases de datos que apenas se
actualizan.
Pasan las décadas, y los cimientos de nuestra precoz a la
par que obsoleta respuesta comienzan a tambalear, desordenando y cuestionando
cada peldaño de una escalera infinita que tanto trabajo nos ha costado subir.
Por eso, tras un cuarto de siglo de búsqueda y rebúsqueda,
banales actualizaciones y críticas modestas o no (sean propias o ajenas), aún no sé qué es lo que quiero ser de mayor, pero tengo claro lo que quiero ser de más
mayor:
Quiero ser trovador
de quimeras, contador de historias y fabricante de luceros, como Paco.
Quiero ser trovador
de quimeras y contador de historias, como Paco.
Muy bonito... y muy difícil, pero todo es ponerse y no te veo mal encaminada.
ResponderEliminar:-)
Un saludo
Gracias, a ver si no nos perdemos en el camino
ResponderEliminar(Y si nos perdemos, por lo menos que disfrutemos la equivocación)
:)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminares impactante lo que te puedes encontrar en algunos blogs no lucrativos , mientras aun haya gente que piense así mi fe en la humanidad no esta perdida :)
ResponderEliminarEso me alaga mucho Kantus, gracias.
ResponderEliminarHay demasiadas alternativas como para perder la fe en la humanidad ;)