martes, 30 de abril de 2013

Vicios del Círculo Perfecto










Telecinco te la hinca por el culo.

 
Carroñeras verdades inventadas se alimentan de tu ser, que deja de serlo, y se fustiga.

Tú, en lucha austera por discernirte del caro hastío aceptado, apagas la virtual conexión des-virtuosa, enciendes la maquinita de pensar y abres una botella de agravio. 

Comienzas a alcanzar el umbral de otras verdades a medias, esta vez alentadoras. Y fruto del abismo de tu mente, tu única realidad,  te galopa un ejército de orgasmos por las venas. 
 
Entonces, ansías que el universo entero conozca la novedad, el placer de saborear algo más que un sinsentido preso de la planitud, escaso de intensidad y carente de plenitud.

Escribes, y compartes este momento de lucidez entre el círculo de enganchados al Ridículo Vicio (el de sentir estar vivo), por si le interesa a algún marciano.

Y  así, momentáneamente, sonríes al vacío mundano.

Y así, sobrevivir, pensándote mitad poeta, mitad humano.

  




lunes, 15 de abril de 2013

Teatro del correcto holograma





Acto I: Luz apagada. El reloj acelera su compás y Miedo aparece en escena.

Miedo a  levantarte un martes pensando que la única diferencia con el lunes la  marca la hoja del calendario.

Miedo a haber elegido de la vida la rutina del estímulo mediocre. 

Miedo a soñar con cualquiera con tal que sea quien no comparta tu cama. 

Miedo a no soñar. 

Miedo a que la única diferencia entre deber y devoción sea cambiar la pana por franela. 

Miedo a que la intensidad sea un lujo de juventud y la amistad una tarde a la semana para tomar café. A que las fiestas se rediman a navidades, bodas, bautizos y comuniones. 

Miedo a medir el vacío existencial con audímetros de reproches a terceros. 

Miedo a seguir la doctrina de lo común. A ser el correcto holograma uno mismo. Perfectamente conectado con el mundo pero tan artificial como el nuevo iPhone que le has regalado al York Shire. 


Acto II. Interruptor. Luz. Un momento de Lucidez aparece en la escena. Esperemos que no se vaya a comprar tabaco.


Las reglas están claras pero el premio no merece quedarte la vida entera delante del tablero. Hay alternativas. No juegues.



Acto III. Voz en off. ¿Moraleja?

Más vale un segundo de auto-aprobación que cien años de halagos ajenos. El equilibrio es frágil cuando se trata de contentar a todo el mundo.