domingo, 5 de mayo de 2013

Historias reales. De mi teclado para una hermana.



Siénteme, que estoy aquí.



Ella pone el CD en la oficina y las horas se hacen más que soportables (algo difícil en aquel trabajo). 


Él, sumido en su mundo de cantares y poetas, escribe los ritmos de sus propios latidos, compás  fruto del  esfuerzo de los sueños cumplidos. 

¿Ellos?
 
Ella, trovadora en la ducha y en los círculos de amigos, no puede dejar de fantasear, cuando lo escucha, con que un día sus voces se unirán (y puestos a imaginar, también sus ombligos).


Él camina para depurar sus penas, o para cansarse al menos. Le asolan recuerdos de un pasado eterno que resultó no ser, temiendo que la felicidad de hoy impredecible se evapore. Igual que la de ayer.


Ellos, sin conocerse todavía.


Ella, alardeando de valentía con su propio ser, busca su piel y nombre en Internet. Y lo encuentra. 


Él, ajeno a toda razón de causalidad, saluda cordial y sigue con su mantra incandescente del todo irá bien. 


Ellos. 


Con un banal “¿qué tal, alentador desconocido que has llenado mi mundo de magia sin proponerlo?”,  se vuelven presas del juego de la libertad condicional, y se provocan ganas sin consumirlas, como penitencia al deseo incumplido (por parte de él) de amar sin amo.


Y  llenan los días de conversaciones , imaginándose detrás del teclado. Y se ven, y reprimen un efímero intercambio de sudor en el baño para no volverse locos de momento. Y se despiden para seguir mareando. Esta vez con premeditación y alevosía. 


Culpables de nada.


Ella , sarcásticamente, le da las gracias a las polillas que anidan en su estómago por haberla bloqueado, martirizándose con la imposibilidad de otro encuentro. No fue lo suficiente buena. 


Pero lo imposible sólo tarda un poco más.


Él, con el cuerpo golfo que no había conseguido saciar el concierto de la noche, buscaba todavía el aliciente del sábado


Ella le dijo que tenía mono. Él le preguntó si quería tabaco. Ella, sabiendo que no había entendido la causa real de su “mono”, aseguró que si le Él traía tabaco se le quitaría. 


 


Y así, en la casa de Ella, con la compañía de Él, hicieron el amor con las gargantas, siempre bien acompañados de una sonora, precocinando a fuego lento el acercamiento con un cruce de miradas infinitas. Ganas infinitas. 



Y así, sin quererlo, y sin poder evitarlo, pasaron de hacer el amor con las gargantas a hacerlo con los labios. Hasta que el peso de la libertad condicional se posó entre sus miradas, sus labios y sus ombligos. Él se marchó.


Ella, que nunca había aprendido a soportar la incertidumbre, se consumía en la impotencia del no saber y del no poder.


Él, por no rendirle cuentas a la moral, decidió pasar página y no darle vueltas al asunto.


Ellos  morían tras aquel alentador delirio nocturno de risas y medias verdades.


Ella no aceptó un no, necesitaba creer que tanto esfuerzo en vano tenía su razón de ser más allá de la nada, pero a pesar de la teoría bien aprendida del libre-amor que ella sentía, no supo demostrárselo. Con demasiados relojes, sin dejar pasar el tiempo (algo necesario), comenzó a caminar por la cuerda floja que separa el amor de la locura, perdiendo el control de su cuerpo y de su mente, mostrando su parte más negativa, no consiguiendo otra cosa que alejarlo, hasta que no tuvo más opción que dejarlo marchar.


Pasaron dos meses, y Ella se dio cuenta de que era feliz si Él era feliz, aunque fuera en la distancia. 


Si algún día se reencuentran, ella le dará las gracias por haberle hecho aprender, y no cometerá el mismo error frente a otro nuevo descubrimiento que la vida le regale.



Historias reales. De mi teclado para una amiga. Para una hermana.



7 comentarios:

  1. Magnifico.
    "Nostalgia efímera de tus besos color a miel" by el TITO

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado porque he extraído mi propia interpretación. De esa interpretación puedo decir que me siento identificado con la situación de uno de los dos sujetos.

    Me han despistado un par de cosas, eso sí.

    :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con ella cuando él se marcha, siendo él: ella. Pero sin dar las gracias por nada. :-S

      Eliminar
  3. solo por saciar la curiosidad , si no es mucho pedir ,cual es el nombre del hombre de Internet .

    ResponderEliminar
  4. Te puedo dar el nombre de mi amiga, de mi hermana y compañera en la escritura de este relato: LA MARY.

    El hombre de Internet suponemos que prefiere mantener el anonimato :)

    ResponderEliminar