Siénteme, que estoy aquí.
Ella pone el CD
en la oficina y las horas se hacen más que soportables (algo difícil en aquel
trabajo).
Él, sumido en su
mundo de cantares y poetas, escribe los ritmos de sus propios latidos, compás fruto del esfuerzo de los sueños cumplidos.
Ella, trovadora
en la ducha y en los círculos de amigos, no puede dejar de fantasear, cuando lo
escucha, con que un día sus voces se unirán (y puestos a imaginar, también sus
ombligos).
Él camina para
depurar sus penas, o para cansarse al menos. Le asolan recuerdos de un pasado
eterno que resultó no ser, temiendo que la felicidad de hoy impredecible se
evapore. Igual que la de ayer.
Ellos, sin
conocerse todavía.
Ella, alardeando
de valentía con su propio ser, busca su piel y nombre en Internet. Y lo
encuentra.
Él, ajeno a toda razón
de causalidad, saluda cordial y sigue con su mantra incandescente del todo irá bien.
Ellos.
Con un banal “¿qué tal, alentador desconocido que has
llenado mi mundo de magia sin proponerlo?”, se vuelven presas del juego de la libertad
condicional, y se provocan ganas sin consumirlas, como penitencia al deseo
incumplido (por parte de él) de amar sin amo.
Y llenan los días de
conversaciones , imaginándose detrás del teclado. Y se ven, y reprimen un
efímero intercambio de sudor en el baño para no volverse locos de momento. Y se
despiden para seguir mareando. Esta vez con premeditación y alevosía.
Culpables de nada.
Ella ,
sarcásticamente, le da las gracias a las polillas que anidan en su estómago por
haberla bloqueado, martirizándose con la imposibilidad de otro encuentro. No
fue lo suficiente buena.
Pero lo imposible sólo
tarda un poco más.
Él, con el cuerpo
golfo que no había conseguido saciar el concierto de la noche, buscaba todavía
el aliciente del sábado
Ella le dijo que
tenía mono. Él le preguntó si quería
tabaco. Ella, sabiendo que no había
entendido la causa real de su “mono”, aseguró que si le Él traía tabaco se le quitaría.
Y así, en la casa de Ella, con la compañía de Él, hicieron
el amor con las gargantas, siempre bien acompañados de una sonora, precocinando a fuego lento el acercamiento con un cruce de
miradas infinitas. Ganas infinitas.
Y así, sin quererlo, y sin poder evitarlo, pasaron de hacer
el amor con las gargantas a hacerlo con los labios. Hasta que el peso de la
libertad condicional se posó entre sus miradas, sus labios y sus ombligos. Él se marchó.
Ella, que nunca
había aprendido a soportar la incertidumbre, se consumía en la impotencia del
no saber y del no poder.
Él, por no
rendirle cuentas a la moral, decidió pasar página y no darle
vueltas al asunto.
Ellos morían tras aquel alentador delirio
nocturno de risas y medias verdades.
Ella no aceptó un
no, necesitaba creer que tanto
esfuerzo en vano tenía su razón de ser más allá de la nada, pero a pesar de la
teoría bien aprendida del libre-amor que ella sentía, no supo demostrárselo. Con demasiados relojes, sin dejar pasar
el tiempo (algo necesario), comenzó a caminar por la cuerda floja que separa el
amor de la locura, perdiendo el control de su cuerpo y de su mente, mostrando
su parte más negativa, no consiguiendo otra cosa que alejarlo, hasta que no tuvo
más opción que dejarlo marchar.
Pasaron dos meses, y Ella se dio cuenta de que era feliz si
Él era feliz, aunque fuera en la distancia.
Si algún día se reencuentran, ella le dará las gracias por
haberle hecho aprender, y no cometerá el mismo error frente a otro nuevo
descubrimiento que la vida le regale.
Historias reales. De mi teclado para una amiga. Para una hermana.
Magnifico.
ResponderEliminar"Nostalgia efímera de tus besos color a miel" by el TITO
Hola RAFA. El herpes bien?
EliminarMe ha gustado porque he extraído mi propia interpretación. De esa interpretación puedo decir que me siento identificado con la situación de uno de los dos sujetos.
ResponderEliminarMe han despistado un par de cosas, eso sí.
:-)
Puedo preguntar con cuál? ;)
EliminarCon ella cuando él se marcha, siendo él: ella. Pero sin dar las gracias por nada. :-S
Eliminarsolo por saciar la curiosidad , si no es mucho pedir ,cual es el nombre del hombre de Internet .
ResponderEliminarTe puedo dar el nombre de mi amiga, de mi hermana y compañera en la escritura de este relato: LA MARY.
ResponderEliminarEl hombre de Internet suponemos que prefiere mantener el anonimato :)